La crítica programadora, por Marcos Vieytes

“La crítica no quiere renegar de la cultura oficial y pretende juzgar la cultura colectiva con ese parámetro. Si vos no te alejás de la cultura oficial nunca llegarás a ver las imágenes de todos. (…) Ciertas películas deben ser leídas no sólo con la cabeza, sino también con la barriga. (…) La cultura está terminada, pero no me preocupa. Para quien hace cine, lo importante es la gente. Si la reflejás sin traicionarla, la gente es lo que te hace vivir y te ayuda a renovarte”.

Marco Ferreri

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

Un amigo me manda un párrafo (después descubro que es el primero) de “Memorias de otoño”, la contribución de Roger Alan Koza al libro que editó el Bafici para celebrar sus veinte años:

En la gentil invitación para participar de este libro aniversario me solicitan recuerdos personales. Tal requerimiento editorial requiere de la primera persona en la enunciación, lo que remite a toda una estética literaria que predomina entre nosotros desde la década de 1990 y que persiste como si ahí se cifrara la cuestión de una escritura personal. El yo no es necesariamente un signo de una expresión literaria singular, pero la confusión es inevitable. Aceptaré a regañadientes ese estilo que suele ser un refuerzo innecesario de la posición en, y posesión de, la palabra, estilo que está asociado a la cultura cinéfila. La subjetiva nunca es de nadie.

La alusión a mi libro Subjetiva de nadie me hizo acordar de unos párrafos que escribí hace un tiempo y no publiqué por motivos que ahora no vienen al caso. Los publico porque antes que jugar el juego de las alusiones prefiero la discusión directa.

*

Llega a mi muro de Facebook un posteo del crítico Roger Alan Koza: “Es increíble: Es gratis, se pasa en DCP. En un universo sensible debería llenarse, pero no viene sucediendo. Hoy en el MALBA se podrá ver Le Moulin, Huang Ya-li, Taiwán, 2015, película en la que el director reconstruye la resistencia literaria de varios poetas taiwaneses a la imposición japonesa de su cultura. Película de una sofisticación y hermosura incomparable. La cita es a las 20.30h.” Así que el universo es insensible porque las salas donde pasan una película de dos horas cuarenta minutos acerca de unos poetas taiwaneses de principios del siglo pasado no se llenan. Vale decir que todos los que no estuvimos, no estamos o no estaremos allí somos parte del universo insensible. No me quiero imaginar qué pensará de aquellos a quienes la película no les guste o, peor aún, de quienes osaran marcharse en medio de la proyección.

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

Un par de semanas atrás me encontré con este otro posteo de Koza: “¡Aguante Gilda: No me arrepiento de este amor! Película popular y sofisticada, que puede verla un lector de Derrida y un creyente de la virgen Desatanudos”. El falso ecumenismo de la frase me hizo tanto ruido como cuando supe que el crítico contaba, espantado, la cantidad de espectadores que llenaban las salas para ver Bañeros 4. ¿Puede haber una concepción del cine más elitista y pobre que esa, dividida en un par de compartimentos estancos bajo la mirada supervisora del crítico, para quien lo popular se encarna, debido a la lógica excluyente del enunciado, en un iletrado, en tanto no lector de Jacques Derrida, y la cultura en un ser racional, en tanto que a salvo de la creencia?

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

Pocos días después de esa intervención en la red social, Koza escribió estas palabras sobre la película de Muñoz en su blog Con los ojos abiertos: “La cultura popular nace de los humildes, pero trasciende el alcance inicial de sus primeros destinatarios”. Me pregunto quiénes son “los humildes”. Si lo tomamos literalmente, debemos creer nomás en la capacidad del hablante para leer y juzgar el alma humana, pues el término ha sido tradicionalmente ligado a la moral e instrumentado por instituciones religiosas: la humildad como virtud del espíritu capaz de ser visualizada por los ojos abiertos del crítico. Si no, se trata lisa y llanamente de un eufemismo, a menudo bienintencionado, pero condescendiente como pocos. ¿Por qué no decir lisa y llanamente «pobres»? Si no, hablemos de “humillados”. ¿O acaso sustituye al adjetivo “ignorantes”? Si lo que el crítico programador quiere designar es algo relacionado con la creencia, parece estar más cerca de “crédulos” que de “creyentes”. Lo que sí sabemos, gracias a la fórmula usada por Koza para describir el público potencial de la película, es que son humildes aquellos que no leen a Derrida. El crítico, suponemos, es la excepción a la regla.

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

Lo que no resulta excepcional es su tendencia a ordenar todo en prolijos y escasos anaqueles. Su afán clasificatorio no es el infinito hedonista de Borges, que en una apócrifa enciclopedia era capaz de incluir animales “a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h)incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j)innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas”. Así, los críticos de cine que nacieron machitos se definen por “el grito, la descalificación y el ejercicio de la supremacía”, mientras que “la feminización de la disputa implicaría (…) un refinamiento del argumento y una expansión del oído”. De modo que «las mujeres que ejercen la crítica de cine en nuestro país son indiscutiblemente brillantes”[1]. Suponemos que ninguna de ellas adscribe a los “dos (sí, dos, otra vez dos) dogmas de la crítica en su ejercicio contemporáneo”, según la clasificación que expone en Breves apuntes sobre una crítica física: “el subjetivismo diletante y el contextualismo hiperbólico”. De nuevo, la instancia superadora -por no decir superior- es advertida, si no encarnada, por el propio Koza.

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

Hablar de Koza como crítico implica señalar el modo en que dicha tarea, comprendida como el acto de escribir sobre el cine y las películas sin otra dependencia que la dada por los propios conocimientos y gustos, se solapa cada vez más con la tarea del programador de festivales de cine. Si la escritura crítica privilegia la soledad, incluso la arbitrariedad de quien procura no obedecer a nadie más que a sí mismo en esa intemperie privada de la escritura, lo que incluye desesperaciones, violencias y exabruptos, la programación depende sí o sí de las relaciones públicas para ser exitosa, por lo cual conviene respetar siempre las reglas y normas consensuadas por la sociedad y sus instituciones como imprescindibles para sostener tales intercambios. Más que de un crítico, esa labor precisa de un funcionario. Muy a menudo, este deviene en preceptor, diplomático y/o agente de publicidad. En tanto tales, Koza debe de ser uno de los más adecuados, sino el que más. Funciona como una especie de pontífice que derrama sus dádivas con extrema cortesía y prodigalidad sobre todos aquellos que quieran recibirlas. Pero el crítico entendido como escritor -contendiente y disidente incluso de sí mismo- queda subsumido al programador y guardián del buen gusto y los consensos.

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

La crítica programadora prefiere las incertidumbres, las experiencias perceptivas, la narración débil, las indeterminaciones de sentido para poder decir cualquier cosa que no ofenda, excite ni divierta. Como las películas a las que es más fácil adjudicar esa gama de experiencias no suelen responder a las convenciones narrativas usuales, parecen no responder a ninguna y absolver a la crítica de la inquietud de discutirlas, ni hablar de faltar al respeto heredado con el que nacen gracias a las instituciones culturales de las que esa misma crítica es funcionaria en tanto programa para ellas. En el blog de Koza no es improbable encontrarse con un texto de su autoría que nos reciba diciendo: “Cualquier lector de filosofía (kantiana) lo sabe”, y hasta es habitual leer esto: “La impermanencia de los objetos, que no es otra cosa que un correlato invertido de la propia fugacidad del sujeto del deseo, se conjura ilusoriamente en ese acto de posesión que fija en la enumeración de cosas queribles un bienestar efímero”. Después de ello uno ruega no toparse de inmediato con una afirmación como esta: “Matrix (…) universalizaba un estadio vincular y subjetivo definido por una noción topológica concebida como sujetos en red”, y se termina preguntado “cuándo fue que Terence Malick dejó la Ereignis de Heidegger y empezó a creer en el advenimiento cósmico de la Nueva Era”. El nombre del blog –»Con los ojos abiertos»– parece indicar un ideal de claridad que encubre la carga de legislación moral, asepsia emocional e involuntario absurdo burocrático típico de los lenguajes especializados. Si la escritura crítica no consigue ser creadora, indisciplinada y desafiante, será fatalmente normativa.

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El quinteto irreverente (Amici miei – Atto II°, Mario Monicelli, 1982)

*

Reviso estos párrafos y confirmo lo penoso que es leer esos textos enrevesados pero sumisos. El consenso utilitario que construyen vuelve más uniformes a los lectores, los espectadores y hasta las películas que defi(e)n(d)en: a una como Zama le hizo tanto mal la propia Lucrecia Martel, avisándonos cuál era la manera correcta de filmar -e interpretar- la novela, como Koza afirmando -sin audacia ni ironía- que era la película argentina del siglo.

[1]http://www.conlosojosabiertos.com/canon-provisorio-100-peliculas-este-milenio

15 Respuestas

    1. nuriasilva81

      Y si argumentás sobre la nota, Nicolás? O tener la lengua pegada al culo de Koza te impide razonar? Y devolvéle la (básica) ideota a Cuervo, otro que siempre tiene la lengua en el culo de alguien.

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      1. NP

        Se me había pasado tu simpático comentario, Nuria. Como habrás visto ya escribí sobre la notacon algunas ideas menos ideotas que las que dejan por acá. En cuanto a lo de «tener le lengua pegada al culo», nadie te lo va a reprochar en tu caso. Está claro que es regla en Calanda. Sigan con este este delicioso ejercicio anal de lenguaje crítico.

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  1. NP

    Como es notorio, yo vivi discutiendo con Quintin, dentro o fuera de LLP… En cambio vos no dejas de coincidir con él y tus ex compañeros, aunque te revistas con un discurso libertario. Esta nota es literalmente reaccionaria, y usa las mismas falacias que derrochas hasta en este comentario de dos líneas que me dedicás…
    Sería interesante discutir algunas cosas que planteas en este borrador de odios, sino fuera tan nauseabundamente ad hominem. Toda esa «aguda defenestracion» le cabria a muchos criticos, pero lo unico que «viene al caso» (al menos abiertamente) es la cruzada antimoralizadora. Y ya sabenos que no hay nada más moralista que eso… Solo que vos, como Quintin, creen que solo los otros tienen “un modo de ejercer la critica”. Pero así como no respondes a esa subjetiva de nadie que te interpeló como si te cupiera el sayo, menos se te puede pedir una objetiva de todos… Las afinidades electivas son claras, sin embargo. El estilo arrogante también. Es la misma escuela del resentimiento.
    Cuando quieran discutir como caballeros, tienen las puertas tan abiertas como los ojos. Acá y así es imposible, está claro que no le interesa a nadie. Los comentarios huelgan, literalmente.

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  2. NP

    Asì es la subjetividad de nadie, Marcos: cada palabra tiene su interpretación jocosa. Pero los ontextos son claros, y el resentimiento no es el bienvenido hálito revolucionario de una clase, sino el reflejo de la decadencia de otra. Lo mismo con los caballeros, ya que no hablamos de Quijotes ni de gentlemen. Menos de «hombres»… Pero no caigamos en la corrección política, que ya sabemos es el gran problema actual del mundo, claro.

    Quedate con tus ironías displicentes, que se ve que te encantan y te hacen sentir un vivo bárbaro.

    Pero la próxima vez que escribas sobre la «crìtica programadora» trata de que no se note tanto todo esto. Porque curiosamente eludìs a todos los crìticos programadores (incluyendo tus ex compañeros y actuales admiradores) para solo ensuciar a uno, que debe ser justamente el más transparente y honesto de todos…

    Lo digo con conocimiento de causa (y no me refiero al crìtico en cuestiòn, porque no necesita la defensa de un amigo; cualquiera que haya tratado con èl puede afirmar lo mismo). Yo sufrì en carne propia a «la crìtica programadora»… Pero ni aun así hice un ataque ad hominem, porque lo importante son las políticas y su funciòn dentro del propio campo. Deberìa saberlo bien alguien que hablaba de «hacerse la crìtica», pero tampoco voy analizar aquí el tìtulo de ese sitio que abandonaste, menos con la mala leche que usaste «con los ojos abiertos».

    Hasta la vista.

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      1. NP

        La calentura es toda de ustedes, Marcos. Es lo que gusta en Calanda, como Miccio no se cansa de decir, con sus metáforas de pajas y pijas. Yo lei perfectamente lo que quisiste decir, aunque lo hayas de hecho de modo cobarde. Y no defiendo a nadie: discuto lo que vos eludís. Encima ahora te hacés el ofendido? No sean caraduras…

        Acá dejo mi respuesta, para los esmerados lectores de este sitio:
        http://www.conlosojosabiertos.com/la-critica-programada/

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