Quemado, por Marcos Rodríguez

Acabo de terminar de ver Under the Silver Lake y temo que esta película haya dejado un agujero definitivo en mi cerebro. No sé ni cómo. Me encantan las películas conspiranoicas, me encantan las películas opacas como esta, pero confieso que la película me tenía por las bolas desde los primeros minutos ya, esos en los que no pasa prácticamente nada pero en los que los desplazamientos por pasillos y por un parquecito se me hicieron hipnotizantes. Termino de ver la película pero creo que en realidad no terminé de verla. Se me quedó alojada en la cabeza. Como un cigarrillo mal apagado, me sigue quemando por dentro.

No sé qué es esta película, pero tengo algunas teorías.

Under1

Teoría número 1: Esta película es una genialidad. De esas que casi no pueden decirse con palabras. Me recuerda, por supuesto, a Inherent Vice y la misma sensación de perplejidad que me producen las últimas obras maestras de Paul Thomas Anderson: yo no sé qué hace con la cámara, la luz, los tiempos, el montaje, pero lo que sea que hace convierte cada instante de la pantalla en una experiencia absorbente. Un poco secante también: te chupa el coco. Hay un despliegue de control sobre el aparato cinematográfico que transforma cada detalle, cada instante, cada sonido en un misterio, un milagro y una chuchería irrelevante. Cada elemento de Under the Silver Lake es un aleph de sentido y a la vez es basura de la más descartable. No puedo dejar de prestar atención a todo lo que pasa en cada cuadro. Esta película se despliega en la pantalla como un pedazo de terciopelo que te provoca acariciarlo.

Teoría número 2: Esta película es una pelotudez generacional. Hay que decirlo. Kurt Cobain, la revista de Nintendo, chistes de Spider-man (en la piel de Andrew Garfield), esa sensibilidad pre internet que se canaliza en el siglo nuevo. Todas cosas que mi generación puede articular con naturalidad pero que ya no van a significar nada para la que viene, y que probablemente no sean mucho más que etiquetas un tanto vacuas para las anteriores. Es lindo jugar el jueguito del laberinto que ya conocemos (incluso si las interconexiones son nuevas) pero no puedo dejar de pensar que resulta un tanto triste el hecho de que ahora que vamos llegando al poder lo más que podemos producir son referencias que solo nosotros entendemos.

Teoría número 3: En realidad esta se la robé al amigo Vieytes, que vio la película cinco veces en los últimos tres días (en diferentes formatos) y dice que Under the Silver Lake es una versión de La dolce vita para el siglo XXI. Suena lindo. También es cierto que el amigo Vieytes ve Fellini por todos lados. Habría que investigar un poco más.

Teoría número 4: Esta película es un sorete. Excremencial. Una excrecencia. Una película hecha de restos, de sobras, de sábanas transpiradas y mañanas con resaca. Una película material, con un poco de olor a encierro. Todo se siente y se roza en Under the Silver Lake. Una alfombra un poco pringosa por la que seguimos los pasos de un trasnochado, fumado, arruinado.

Teoría número 5: Under the Silver Lake no existe. Nunca existió. Existen apenas algunas escenas sueltas, ideas peregrinas, bocetos de catorce diferentes posibles películas, que David Robert Mitchell abrochó todos juntos cuando se le vino encima la fecha de entrega de la productora. En realidad, era todo medio una broma, que terminó en Cannes.

Teoría número 6: Todo fue un sueño. El sueño de un mirón. Hay drogas dando vueltas, imágenes imposibles, hasta hay unos cuantos sueños que terminan en escena-de-chico-que-despierta-de-pronto. En realidad, el pajero ese nunca salió de la casa de la que estaban a punto de echarlo, nunca se sacó ese pijama viejo (el mismo que una chica elogia en una fiesta fina), Sarah nunca existió y todo lo que vemos en Under the Silver Lake es apenas el trayecto que lleva a Sam desde el balcón de su departamento hasta el departamento de la vecina de los pájaros. Diez metros, ponele.

Under2

Teoría número 7: David Robert Mitchell no existe. Fue un seudónimo, un títere virtual que inventó Andrew Garfield para llegar a filmar Under the Silver Lake, la película en la que finalmente termina de conquistarnos. Ojo, a mí me cae bien desde Spider-man, creo que podría haberse ahorrado la molestia, pero tengo entendido que en general nadie lo aprecia demasiado (¿será por el tamaño inverosímilmente pequeño de su cabeza, en relación desproporcionada con esa mata de pelos bastante inflada que lleva?) e incluso cuando se manda un par de bestialidades en un mismo año (Hacksaw Ridge y Silence son ambas del ya lejano 2016) la atención parece esquivarlo. Vamos, que Andrew es bueno y necesitaba su Dude. El tiempo le hará justicia.

Teoría número 8: En realidad, no vi lo que pasaba en esta película. Toda Under the Silver Lake está sembrada de pequeños datos y claves que esconden un mensaje secreto. Espero que la Internet esté tejiendo ya esa trama de teorías que constituyen el estatuto “de culto”.

Teoría número 9: Under the Silver Lake es lo más parecido a una película de izquierda pop que ha producido el siglo XXI. Una cuchillada a traición escondida en el corazón de la industria (Cannes, un ex Spider-man, etc.), un delirio azucarado que esconde contracultura.

Teoría número 10: Nada de todo lo que sucede en la película significa nada. Esa es su mayor hazaña: estirar una trama durante casi dos horas y media sin que nada de las cosas que ocurren una detrás de la otra tenga el menor sentido. Esto es, tenga el menor sentido por fuera de su sentido cinematográfico, que es su sentido pleno. ¿Hay una conspiración en Under the Silver Lake? ¿Hay faraones millonarios enterrados abajo del cartel de Hollywood? ¿Hay delirio? Ya ni me acuerdo. Lo que hay, una y otra vez, encadenado en perfecto montón, es una pila de excusas para que los planos se sigan sucediendo unos a otros, para arrastrarnos un poco más lejos, un poco más allá, de una punta a la otra de la ciudad, de un extremo al otro de lo posible, solo para que exista una película.

Teoría número 11: Under the Silver Lake no es una película, es una excusa para la música de Disasterpiece.

Under4

Teoría número 12: Under the Silver Lake es el vómito inducido por una cinefilia mal digerida, un Lynch que cayó mal, un atracón de cine clásico, procesado para las nuevas generaciones, aderezado con un poco de Hitchcock pero con el cine industrial más industrial como plato fuerte.

Teoría número 13: No entendí nada de Under the Silver Lake porque casi no pude ver la película. Como a Medusa, es mejor no mirarla a los ojos. Creí que la había visto, pero en realidad me estaba cayendo por el agujero de mi propia obsesión. Las películas más importantes suelen ser las que peor nos hacen. Debería ver Under the Silver Lake de vuelta, pero no me animo.

1 Respuesta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s