Tristana, diario de rodaje, por Catherine Deneuve

Traducción: José Miccio

1969

Martes 28 de septiembre

Primer día de rodaje. Las nueve. Frío seco, cielo azul. Me congelo con mi tailleur de crepe marrón y también por los nervios, aunque no son tantos como los de Fernando. Ambiente tranquilo de un equipo que parece tener experiencia. Firme sensación de que la película empieza sin errores ni titubeos. Buñuel, cálido y distendido como lo vi en Madrid la semana pasada. La mirada algo apagada, pero nada se le pierde. A menudo, durante los ensayos, descubre y modifica cosas para mejorar en el momento de rodaje. Lo mismo con el guion: indicaciones bien concretas para el personaje de Don Lope, que él conoce a la perfección. No recordaba a Buñuel tan preciso con los actores, pero olvido que esta película española es todavía más suya que Belle de jour, realizada hace ocho años, y que le es tan cercana.

Pausa a una hora preestablecida. Siento que sus horarios son fijos y sus hábitos inamovibles; si el plan de trabajo termina muy temprano, se detiene. Por la tarde, dos planos en la iglesia. Fernando algo convencional. Buñuel, insatisfecho, prefiere hacer modificaciones antes que soportar una mirada o un gesto impreciso. Ser la única filmando en francés me da más coraje. Solo el primer asistente me sigue. Buñuel no puede controlar el texto durante las tomas. Pausa hacia las 16:30.

Miércoles 29 de septiembre

Mismo lugar, mismas escena. Fernando más distendido. Buñuel me lleva a la iglesia donde se encuentra el gigantesco yacente de alabastro sobre el cual me acostaré dentro de un rato. Extraordinaria estatua de Berguette, a quien Buñuel considera el mayor escultor español. De hecho, esta escena fue añadida después de que él hallara los exteriores. Filmar en Toledo lo estimula. Muchos recuerdos de su juventud. Se divierte explicándome el final de la escena: Don Lope, seguro de la emoción que provoca la estatua, se acerca con tono grave e interrogador a Tristana; ella, sonriendo ingenuamente, le sugiere ir a comprar unas pantuflas. La seriedad se oculta groseramente detrás de esto, pero Buñuel se complace en sofocar la emoción en los momentos graves, seguramente por pudor. Lo mismo ocurre con las visiones surrealistas en las escenas más académicas que tanto lo aburren. Siento que la película estará muy lejos del guion. Cada lugar, cada escena toman un rumbo diferente. A menudo, durante los ensayos, Buñuel subraya, acentúa o hace modificaciones.

Jueves 30 de septiembre

Cambio importante para mí, ya que se trata de una de las últimas escenas de la película. Maquillaje pálido y marcado, los cachetes pintados como una muñeca, las manos llenas de anillos, el pelo recogido. Me inquieta un poco la opinión de don Luis porque en Madrid estaba tan impaciente que las pruebas fueron apenas esbozadas. Parece contento, pero luego se enfurece violentamente porque mi pierna ortopédica no está lista. Diez minutos le bastan para decidir modificar la puesta en escena: va lo más rápido posible y por hoy, la renguera será solamente insinuada. Me inmovilizan el tobillo para ayudarme a mantener rígida la pierna ligeramente deformada, algo que desagrada a don Luis, pero cubierta con seda marrón le parece más aceptable. Lo esencial se me escapa un poco, porque las dificultades prácticas de la escena son muchas, tanto por el travelling como por mi forma de caminar y la atención que debo prestar al cura que habla en español. Me siento algo insatisfecha al final de este primer plano. La segunda parte, en la que estaré sentada, me permitirá prestar más atención.

Viernes 1 de octubre

Escena en la habitación de la quinta con el mudo Saturno. Sé que para Buñuel tiene mucha importancia; de hecho, la llevó más lejos de lo que indicaba el guion y la modifica durante del rodaje. De la vaga idea de provocación en Tristana hace una certeza y después, por medio del primer plano, una costumbre. Se hizo en tres fases. Saturno llegaba desde el jardín y entraba en la habitación de Tristana, sentada frente al tocador. Se acercaba, le ponía una mano en el hombro y ella la apartaba después de unos segundos. Él se iba y Tristana salía al balcón, donde se abría la bata ante los ojos asombrados del mudo, que la miraba desde abajo, en el jardín. Primer ensayo: su mano en el hombro. Buñuel me dice que no reaccione de inmediato. Luego, en el segundo ensayo, me hace decir por gestos: hoy no, pero quizá mañana. La siguiente escena: el matrimonio con Don Lope. Ya estoy sonriendo.

Lunes 4 de octubre

Mismo lugar porque la escena ha sido muy segmentada. Con precisión, dejo caer la ropa interior sobre la pierna ortopédica apoyada en la cama. Gran dificultad para que el encaje caiga exactamente encima del pie con zapato y media. Buñuel se irrita cuando los problemas relacionados con los decorados naturales hacen que se pierda el tiempo. Si pudiera, haría todo en estudio.

Martes 5 de octubre

Escena del ladrón al que Don Lope ayuda, para sorpresa de Tristana, indicándoles una dirección falsa a los policías que lo persiguen. Toledo, calles estrechas y grandes problemas de iluminación a pesar de la eficacia del equipo técnico. Se tienden sábanas para tapar el sol demasiado fuerte. Como monos, los técnicos suben por las casas a una velocidad increíble. El ladrón es un chico de Toledo incompetente que por un momento me hace pensar que Buñuel va a renunciar a la escena. Finalmente, la elimina de todas formas para evitar las dificultades técnicas. Hace mucho frío y mi vestido de duelo me protege poco. A la noche, cena en casa con don Luis, para mi gran sorpresa. Me dice que es la primera vez en treinta años que sale por la noche durante un rodaje. Bebemos un poco y reímos mucho. Está alegre y hablador. Cuenta historias mexicanas violentas y divertidas.

Miércoles 6 de octubre

Rodaje en la torre de la catedral, ciento cincuenta escalones para alcanzar la plataforma donde se encuentra la enorme campana cuyo primer sonido -me cuenta Buñuel- rompió todos los cristales de Toledo. Fue necesario cambiar el badajo para no poner en peligro la propia torre, que temblaba. La campana tiene al menos siete metros de diámetro. Buñuel ofrece cien mil pesetas a quien le diga cómo lograron izarla hasta la cima de la torre. Rodaje difícil porque el lugar es pequeño. Estamos filmando el plano en el que descubro la cabeza de Don Lope en el badajo. Hasta las dos de la madrugada de ayer, el maquillador estuvo perfeccionando esta cabeza de cera alucinante que se balancea con suavidad, sostenida por hilos invisibles. Mis dos compañeros sordomudos me hacen reír pero exasperan a Buñuel por su torpeza. Los reta amablemente. Uno de ellos realmente quiere ser actor y desea cambiar su nombre de Jesús Fernández a Jesús Hamlet. Cuando habló de la psicología de su personaje, Buñuel le hizo releer el guion. Me río mucho al recordarlo porque pienso en ese plano de ayer en el que me decía, enigmáticamente: sobre todo, nada de psicología. Yo miraba a Saturno mientras me abría la bata en el balcón.

Jueves 7 de octubre

Tiempo húmedo y frío, cielo gris. Por primera vez rodamos en el jardín: un paseo durante el cual Lope, sintiendo que Tristana se le escapa, le dice esta frase soberbia: “Soy tu padre y tu marido, y hago de uno u otro según me conviene”. Indicación puntual de Buñuel a Fernando sobre sus miradas, que él quiere desconfiadas e hipócritas. El ensayo es mejor que la toma, pero estará conforme. Siento que debo ser lo más ajustada posible: Buñuel conoce mi texto en términos generales pero no lo sigue durante el rodaje, así que si considera que la primera toma está bien no tendrá en cuenta mis errores y nunca reiterará el plano solo por eso. Cerca de las dos, sol resplandeciente. El cielo está despejado y preparamos un plano en el que, alejada de Lope, miro el Tajo. Vista magnífica del río y de las ruinas. La pequeña grúa verde que se usa en casi todos los planos está lista. Buñuel la quería para Belle de jour pero no existe en Francia. Me había hablado de evitar cuidadosamente el lado turístico de Toledo; aun así, frente a este paisaje realzado por el movimiento de la grúa, no puedo dejar de bromear y decirle lo estético que es el plano. Se ríe y murmura al mismo tiempo. Diez minutos después me dice que no le gustan los planos “obvios” y que un plano en el que se nota la cámara lo hace huir, así que rodaremos lo mismo pero usando un travelling sencillo, que no descubra nada. Lamento constatar su permanente reconsideración de las cosas, incluso a causa de una simple ocurrencia, como en este caso. Entre los dos planos, separados por una hora de espera, encuentro un perrito negro, temeroso, y lo apoyo en mis rodillas. En el momento de filmar Buñuel me pide que lo tenga en brazos. Nos reímos pensando en las interpretaciones que van a hacerse. Eso lo complace. Sé que conservará este plano, no el primero. Termino temprano, insatisfecha con mi trabajo, preocupada porque no veo ninguna proyección. A menudo llego al rodaje como si fuera a dar un examen, sabiendo que Buñuel puede cambiarlo todo en cualquier momento. Pero son asuntos que le parecen demasiado fastidiosos como para hablarlos con anticipación. Como me contó hasta qué punto Signoret lo hartó con su vestuario, dudo más que nunca en qué momento preguntarle. A veces me sorprende mucho la elección de sus actores, con frecuencia convencionales y académicos; sin embargo él logra “quebrar” su estilo y los deforma con casi nada.

Me siento sola.

Viernes 8 de octubre

Llueve por primera vez. Esperamos todos en el café para rodar el plano en el que aparezco por primera vez en la silla de ruedas. La impaciencia de Buñuel es grande. Noto que llega al punto de decir “acción” antes que “cámara”. Barros, su amigo, gran cirujano que actúa en esta escena, exhibe una alegría infantil y una torpeza conmovedora de tantas ganas que tiene de filmar. Buñuel no logra comprender estas ganas, sobre todo porque hay muchos curiosos mirando. Texto muy breve que me pide decir en español, añadido a último momento. Intraducible en francés porque es una frase bastante grosera e insultante que gira en torno a una idea típicamente española. Carrière tendrá que arreglárselas. –¿Come esta la salud Tristana? ¿Y la de su madre cómo va?…1

Paramos bastante temprano porque anochece rápido, la escena no está terminada. Cena con Buñuel en la Venta de los Aires. Bebemos bastante. Largos silencios porque el ruido hace sufrir a Don Luis. Sensación de incomodidad. Él, muy animado, no se da cuenta. Nos dice que debe hacer un anuncio publicitario para Vichy Saint-Yorre. Total libertad. Piensa en Cristo en la cruz. La Virgen llorando a sus pies. Alguien le ofrece una esponja empapada con agua mineral de Vichy Célestin y, con un gesto doloroso, el dedo crispado, Cristo la rechaza. Murmura: “Saint-Yorre”. Nos reímos mucho. Son las diez.

Sábado 9 de octubre

Filmamos en una herrería realmente extraordinaria, restaurada para la película, ¡que Buñuel había visitado hace cincuenta años! La «sauterelle” (la “saltamontes») ya está en su lugar. La rapidez del equipo me sorprenderá siempre. A las 10:30 todo está listo, plano de tres minutos, todos los obreros en acción. Al momento de hacer la segunda toma, me desplomo. Olor a carbón o nerviosismo, no sé. Buñuel me manda a casa hasta las dos. Me felicitó varias veces porque sugerí ponerle anteojos a Saturna (la actriz acaba de someterse a una operación y tiene una cicatriz muy visible bajo el ojo). A menudo me sorprende. Es directo y no esconde sus sentimientos. Así, cuando ella llegó y vio la cicatriz, no ahorró palabras, asombro ni contrariedad. ¡No creo que nada de esto se le haya escapado a Saturna!

Lunes 8 de noviembre

Comienzo difícil hoy. Escena de salida con Saturna. Elijo una de dos calles. Siento tanto la impaciencia y la irritación de Buñuel ante la menor dificultad que me bloqueo completamente. En apariencia este plano no es difícil, pero no consigo desglosarlo. Se conformará con tres tomas. Almuerzo lúgubre en la Venta de los Aires, tengo ganas de llorar. Siento que no soy más que un objeto inútil cada vez que una toma sale mal. Totalmente inútil, ya que mi texto no puede interesarle, no escucha, nada. Será una película verdaderamente española y yo seré doblada; por momentos es duro de aceptar. Un plano por la tarde, las cosas van un poco mejor. Es mi primer día realmente malo.

Sábado 13 de noviembre

Dos planos muy breves. Primer encuentro con el pintor. Me parece que Buñuel vacila mucho. Sin dudas el lunes veremos cambios importantes. Necesita el fin de semana para rehacer la escena. A las tres el rodaje está terminado.

Lunes 15 de noviembre

No había hecho nunca tanto frío. Conozco a Franco Nero. Abierto, simpático y familiar. Difícil para un latino aceptar sin remordimientos la condición de actor. Cada vez que Buñuel intenta hacer precisiones sobre nuestro encuentro y el primer contacto, el pudor lo hace retroceder y borra las pocas palabras que había añadido. Yo también prefiero la idea de imprecisión para este encuentro capital. Me duele la garganta. Por suerte, mañana no ruedo. Buñuel me cuenta que la escena de la boda es la más feroz que pueda imaginarse. Ante mis preguntas sobre el color me dice que deja ese asunto en manos del operador y del laboratorio, que se ha desembarazado de ese problema de una vez por todas. Una lástima. Es la primera vez que pienso en su edad, sin dudas a causa de esta renuncia por cansancio.

Martes 16 de noviembre

Gripe. Me quedo en la cama todo el día. Mucha vitamina C.

Miércoles 17 de noviembre

Debe ser mi maquillaje lívido, el que más cómoda me hace sentir; lejos de mí tengo más audacia. Además, es inquietante, pero no feo. Todos me encuentran un aire diabólico. Escena de la salida de la iglesia bajo la nieve. Me colocan en la silla como a una muñeca, bien abrigada bajo la manta. Los aparejos para hacer nieve son aproximativos. Buñuel prefiere prescindir de ellos. Siempre me dejará atónita su impaciencia, y sobre todo su exactitud, incluso cuando esta le juega en contra. A la una menos diez dice que en diez minutos se detiene. El plano está lejos de su punto y las primeras tomas fracasan. Quedan cinco minutos. Uno de los actores no consigue decir su texto. Qué le vamos a hacer. A la una paramos. Estoy estupefacta. Antes de terminar el día volverá a hacer ese plano, de otra manera.

Viernes 19 de noviembre

Primera escena de la película. La explanada. Me acosté temprano para tener el rostro bien descansado para la aparición de Tristana. El tiempo está gris, hay niebla y no comenzamos a filmar hasta cerca de las 10:30. Espero que no nos retrasemos, mañana debo partir a París. Solo dos planos antes del almuerzo, no vamos a terminar nunca. Me enojo mientras tomo coñac en la caravana. En efecto, quedan tres planos para mañana.

Sábado 20 de noviembre

A pesar del tiempo, conseguimos los tres planos. Por la tarde, la estación de trenes. Solo dos planos. Buñuel cambió el final de la escena. Oculto en la estación, Don Lope se acerca a Saturna, que me había acompañado, y le dice: “Volverá”. La estación más bonita que haya visto, árabe, morisca, con vitrales y columnas de sinagoga. Hacia las cuatro parto rápido a París.

Miércoles 24 de noviembre

Primera noche. Siento que Don Luis quiere hacer que la relación sea cada vez más platónica y las escenas con el pintor son cada vez más castas. Rodaje hasta las dos. Está cansado y nervioso.

Viernes 26 de noviembre

Primera jornada en el estudio, taller del pintor. Escenas más convencionales y difíciles.

Sábado 27 de noviembre

Misma situación, felizmente es el último día. Visité el decorado de Don Lope, que me recuerda a Repulsión: un departamento auténtico con las habitaciones dispuestas a lo largo de un pasillo. Visité también el estudio, pequeño como Twickenham, solo dos platós. El lunes empezaremos en el pasillo; siento que ahí estaré muy bien, ya no parece un decorado.

Lunes 29 de noviembre

Interior de Don Lope, el estudio. Buñuel, riendo, me dice que se está plagiando a sí mismo porque debo dejar caer un frasco como en Belle de jour. Problema con el peinado: nada de rodetes. Qué se le va a hacer. El decorado un poco sórdido me gusta. El operador se toma demasiado tiempo.

Martes 30 de noviembre

Un aire de gran inocencia, me pide Buñuel, sonriendo un poco. Me divierto caricaturizando esa idea en los ensayos. Dificultades con el perro, que debe tratar de entrar al baño donde se encerró el mudo.

Miércoles 1 diciembre

Cena en el comedor. Escena muy fragmentada, rodaje lento. Buñuel se impacienta. Se obstina en arrugar el mantel, con las manchas de vino, en mover el aceitero. Las escenas están tan planificadas que puede consagrar mucho tiempo a los detalles, a veces incluso entre una toma y la siguiente, a pesar de las reticencias de la script.

Jueves 2 de diciembre

Fin de la cena. Me dice que seré despreciada en América por comer el huevo pasado por agua con trocitos de pan.

Viernes 3 de diciembre

Pesadilla: aparición grotesca de Lope en camisa y gorro de dormir. Por la noche pedirá repetir la escena al día siguiente. El final no era lo suficientemente claro; se le ocurrió volver a hablar de la infancia de Tristana, un recuerdo ligado a Don Lope, a su apariencia inquietante para una niña. Escena de la seducción de Lope cuando vuelvo a pasar por el salón. Clara y precisa como yo la imaginaba.

Sábado 4 de diciembre

Segunda época. Lope enfermo, envejecido y sucio. Es la primera vez que Don Luis me felicita por el peinado y el vestuario de Tristana. Almuerzo de garbanzos. Buñuel vuelve a hablarme de La Piscine y de aquella famosa escena, que yo he olvidado, en la que Romy Schneider hace elegir entre dos bolitas de pan porque “nunca hay dos cosas iguales”. Les pido a mis compañeros de mesa que elijan una arveja del plato, ¡pero todos optamos por la misma!

Martes 7 de diciembre

El asistente me dijo que el camarógrafo y el operador vieron la proyección del viernes, que son los dos planos más bellos de la película. Notó la insinuación de mi gesto en la habitación, cuando, después de quitarme el vestido, me desabrocho las medias. Nadie me había pedido nada. Tenía ganas de mostrarle a Buñuel que estar en ropa interior no suponía ningún problema. Él me había creído reacia incluso antes de que comenzara a ensayar. Yo trataba de hacerme oír para tranquilizarlo. Me decía: “Cortaré enseguida”. Hoy me pidemediante Pierre, su asistente, que hable más despacio a partir de ahora. ¡Siempre el doblaje!

Escena con Lope antes del paseo. Había una indicación para mi réplica, de ironía y arrogancia. Buñuel me pide que sea más sumisa, así que Pierre le muestra la indicación del guion. Después me dice, sonriendo: ¡siempre se escriben tonterías! Y así es como nace una escena paradójica. Buñuel piensa mucho en los cambios de tono y con frecuencia, a último momento, pide que le lean la escena precedente. Como no rodamos en orden cronológico, creo que intenta no arruinar una escena fuerte ya filmada dándole el mismo tono a la escena que irá antes. El vínculo entre Tristana y Lope se va degradando y es importante que haya una evolución constante, sin rupturas, en sus relaciones de fuerza. Espero que las intenciones de las escenas, tan precisas y evidentes en la lectura, lleguen a serlo también en la pantalla. Riendo, le digo a Buñuel que, en el pasillo, para mostrar mi despreocupación puedo silbar mientras voy a limpiar el sombrero. Se ríe, ¡me pedirá que lo haga cuando filmemos! Debemos repetir la escena porque el perchero frente al que Fernando está parado, inmóvil, le hace dos cuernos justo encima de la cabeza. Como es la primera vez que lo engaño con el pintor Buñuel dice que la intención se volvería demasiado evidente para algunos críticos. No hay dudas, así que pondré mi sombrero en uno de esos cuernos para evitar el malentendido.

Jueves 9 de diciembre

Disputa con Lope, y esa escena que me encanta, cuando vuelve a ser humilde y cariñoso. Un largo travelling semicircular que me recuerda al railway. Don Luis grita porque nuestro cabello brilla demasiado; no se atreve a decírmelo directamente y pide que pongan leche en polvo en el de Saturna. Está muy preocupado por el realismo y los detalles de la acción, algo que me sorprende mucho. Me alegra que esta película le pertenezca por completo: nadie más que él puede comprender realmente lo que debe ocurrir en ella. Todas las escenas son importantes, necesarias. Nunca de relleno. Hay siempre un progreso en la acción psicológica de los personajes. Al mismo tiempo, este control permanente lo agota.

Viernes 10 de diciembre

Casa de Tristana. Muchos problemas con el perro. Dos planos secuencia. Buñuel hace que nos pongamos pañuelos en la cabeza por el polvo y para proteger nuestros peinados impecables. No se complica con dificultades innecesarias: si un plano falla técnicamente tras dos tomas, lo cambia para no cansar a los actores. Sus audacias son las de alguien que ya lo ha explorado todo. En un director más joven es distinto porque las audacias suelen nacer de la inconsciencia. Buñuel sabe que está siendo audaz.

Sábado 11 diciembre

Almuerzo en casa del campanero. El mendigo de Viridiana. Ojos saltones y brillantes, extraordinarios. Mucha dificultad para comer las migas -plato típico de trozos de pan frito- mientras hablo.

Lunes 13 de diciembre

La escalera de la torre. Faltaban dos planos. Casi siempre, cuando una escena queda incompleta el sábado, hay modificaciones el lunes; de hecho, se añadieron dos planos, uno de ellos en el que el mudo me levanta la falda bastante alto, ¡con un broche para colgar la ropa!

Martes 4 de diciembre

Departamento modificado, regreso de Tristana a casa de Lope, una habitación coqueta. Tres planos. Buñuel me presenta al actor que interpreta al médico señalando su parecido con André Breton cuando era joven. Un poco deprimida por la noche. No siempre siento que me estén dirigiendo y, al mismo tiempo, como no veo ninguna proyección, no puedo corregir nada. Barros estaba presente, por si acaso, para dar algún consejo sobre las acciones y los gestos del doctor. Su sueño sería actuar, ¡y es uno de los cirujanos más importantes de Europa!

Miércoles 15 de diciembre

Escena con Horacio. Piano, play-back, problemas con el nocturno de Chopin. Solo un plano porque repetimos la escena con el campanero. Don Luis no tiene muchas contemplaciones con los actores, causa una terrible impresión cuando interrumpe una toma.

Jueves 16 de diciembre

Fin de la escena con Horacio, realmente dura. Corta el final, cuando me llevaba a la habitación para hacer el amor. Por primera vez pide la opinión de los actores. Duda. A mí me parece mejor así. Además, la escena en la quinta con Saturno será aún más impactante.

Viernes 17 de diciembre

Llegada de Lope. Todo está lento hoy, solo un plano. Son las cuatro. Tuvimos que hacer varias tomas. Yo estaba sentada sobre una pierna disimulada, pero al pararme se veía un poco el pie. Regreso de la boda. Lope, perfumado, en pijama en el pasillo, y yo riéndome burlonamente. Me voy a mi habitación sin él. Terrorífico y siniestro. La televisión italiana se lleva algunos planos. Hago una entrevista insegura y vacilante. Habrá que pedir verla.

Sábado 18 de diciembre

Hoy, los créditos. Me pidió que me peinara a mi gusto y que me vistiera como todos los días. Me explica que está filmando primeros planos, muy simplemente fundidos con planos de Toledo. Franco y Fernando ya los hicieron. Me recuerda como hace dos meses, el día de los ensayos.

Lunes 20 de diciembre

Cambio del que me entero al llegar esta mañana: vamos a rodar los dos planos que se montan con la conversación de los curas y luego la muerte de Don Lope. Quizás yo termine mañana. No sé qué razón hizo cambiar a Buñuel último momento. ¡Los fines de semana dan siempre una sorpresa! Problemas con la pierna que debo llevar atada. Los giros son fatales y hoy, de tanto ensayar, las muletas me lastiman bajo los brazos. Buñuel me pidió que cambiara mi maquillaje y volviera a usar el de la quinta. Ante la primera objeción planteada por el asistente, responde que la lógica no siempre debe prevalecer sobre otra opción más eficaz, aunque al principio esta sea menos evidente. Fernando parece una momia, dos horas de maquillaje. Rodamos la escena en orden y luego al revés, sin una continuidad muy precisa. Pero la progresión de la inquietud, al revés, tiene un efecto extraordinario. Buñuel se ríe mucho. Hoy su cumplido -porque eso es- fue: “Usted estaría bien en una película de vampiros.” Le gustan los ojos muy maquillados con sombra oscura (charbonnés). “Maligna,” me dice todo el tiempo. Pienso en la bruja de Blancanieves cuando voy a abrir la ventana para que el frío acabe con el pobre Lope. Siento al mismo tiempo inquietud y alivio en Don Luis.

Martes 21 de diciembre

Último día. Estoy sola en el rodaje. Final de la escena en el estudio. Don Luis duda mucho en darme indicaciones puntuales porque cada vez que sugiere algo añade rápidamente: “Pero como quieras, no así”. La hacemos al revés. Dos veces porque Aguayo, el operador, insiste en cambiar la luz. ¡Es el pequeño rey! Último plano en la habitación, cabeza de Lope en la campana, el despertar, y luego una vez más la escena al revés. Mi último plano al piano: pierna doblada, se ve la rodilla como un muñón. Me quedaré con esta última imagen, encaramada a veinte centímetros de altura, la cámara en el suelo y todo el equipo mirando debajo de mi falda.


***

1Dejo el texto en español tal como Deneuve lo escribe.

Fuente:

Catherine Deneuve, À l’ombre de moi-même, Éditions Stock, 2004, pp 121-145

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