En la montaña, sobre «Legend on the mountain» y «Raining on the mountain» de King Hu, por Marcos Rodríguez

Según se cuenta en The King of Wuxia, en 1977 King Hu se fue un año a Corea del Sur junto con todo su equipo y elenco para filmar simultáneamente, en el transcurso de todo ese año, dos películas de época, que se estrenaron al año siguiente: Legend on the mountain y Raining on the mountain, dos películas maravillosas, muy diferentes entre sí, que me dispuse a ver en sus versiones restauradas, atraído por lo peregrino de sus condiciones de producción. Algo de eso se cuenta en The King of Wuxia (como, por ejemplo, el momento en el que el director de fotografía recuerda que en un momento, confundido por el cambio de películas de un día para el otro para aprovechar las locaciones y el clima, propuso que para evitar confusiones a partir de ese momento los personajes de Legend… caminaran siempre de derecha a izquierda del cuadro, y los de Raining… de izquierda a derecha, para poder mantener la continuidad y evitar problemas), pero lo que podemos ver son dos películas muy peculiares, que en cierta forma funcionan en espejo.

Como decía, son dos películas de época y repiten elenco, aunque solo Feng Hsu tiene un rol central en ambas: con el resto de los actores uno puede jugar un quién es quién en cada una: por ejemplo, el gran Chun Shih (figura clave del cine de Hu) es el protagonista de Legend, pero en Raining hace apenas un papel muy secundario y bastante deslucido; el gran monje taoísta de Legend en Raining es un segundón de la ladrona Zorro Blanco; y podríamos seguir; incluso también hay caras que no se repiten, como la de la jovencísima Sylvia Chang. El argumento en las dos películas gira alrededor de un Sutra: cada uno diferente y valioso por distintas razones; en Raining buena parte de la intriga gira en torno al intento de robo de un manuscrito en particular: la copia que hizo un monje legendario de un Sutra muy importante: su valor está en su rareza (es una copia a mano de una figura ya mítica) y su valor es material, aunque se lo define como invaluable; en Legend, toda la intriga se desata cuando un monje le pide a un escolástico (interpretado por Chun Shih) que realice una copia de un Sutra muy poderoso: el poder del Sutra es tan grande que desata la ambición de toda una serie de figuras de este mundo y del siguiente por poseer tan valiosa arma mística.

Una de las cosas que primero llama la atención de estas películas para quienes tal vez conocemos en el fondo poco de la filmografía de Hu es que en términos estrictos ninguna de las dos películas es un verdadero wuxia: hay ambientación de época, hay poderes místicos, hay una buena dosis de trampolines, pero las artes marciales escasean y no son de ninguna manera el centro temático o estilístico de las películas. Las dos …on the mountain corresponden a lo que podríamos llamar un periodo tardío de Hu: posteriores a ese clímax que sin dudas fue A touch of zen en su filmografía, cuando su popularidad ya estaba en franco declive (aunque todavía le permitía, evidentemente, una producción bastante grande y, sobre todo, le permitía caprichos tales como irse un año entero a filmar a Corea), pero sobre todo corresponden a un momento en el que Hu estaba realizando búsquedas diferentes con su cine. Uno podría considerar que hasta cierto punto Raining corresponde todavía estilísticamente a lo que veníamos viendo de Hu (aunque trabaja zonas nuevas, claramente) pero en Legend la búsqueda formal es palpable: la exploración plástica del plano toma una autonomía casi abstracta, los tiempos se dilatan más allá de toda tensión, la narración se enrosca en juegos formales complicadísimos. Hu ya estaba filmando otra cosa.

No es un detalle menor el traslado de su producción a Corea: debe haberse debido imagino sobre todo a cuestiones de presupuesto y no afecta a la ficción en sí (las dos películas están ambientadas en la China antigua), pero hay algo palpable y fundamental en ambas: la importancia que tiene el paisaje. No solo como contexto, no solo como escenario fundamental para el despliegue espacial de las tomas (algo que, desde ya, es esencial en el cine de King Hu), sino en simple importancia en plano. Es casi ridícula, por ejemplo, la cantidad de tiempo que pasan los personajes caminando en estas películas. Van. Todo les queda lejos. Y Hu le dedica todo el tiempo que tiene que dedicarle a la construcción de esos terrenos que estallan de potencia paisajística: desde (obviamente) montañas hasta ríos, costas de mar, acantilados, bosques, senderos entre árboles, laderas, amaneceres, atardeceres, lluvias (curiosamente, no en Raining on the mountain), la dificultad de ir desde una casa hasta la otra. El paisaje siempre fue importante en el cine de Hu, pero acá es casi protagonista. Y el paisaje incluye, desde ya, las construcciones en las que viven los diferentes personajes: chozas, palacios y, sobre todo, templos. Complejos de templos. Templos con murallas y entradas, templos con patios y subpatios, y salones principales y escaleras que conectan los diferentes niveles. Las …on the mountain son películas del paisaje y esto llega a su apoteosis en la cantidad abiertamente ridícula de humo que suelta Hu en los paisajes de Legend: planos enormes, en pantalla ancha, estallados de color, y ocupados por un humo blanco inexplicable e inexplicado que no hace más que exagerar ese uso del espacio: como si pintara con tinta china sobre la pantalla.

Raining on the mountain es una película de intriga palaciega, solo que en un templo. El gran obispo está a las puertas de la muerte y a su alrededor empiezan a aparecer hombres laicos y poderosos, benefactores del templo, que vienen para ejercer su influencia sobre el obispo para intentar imponer a su propio candidato como sucesor: viene un terrateniente muy poderoso, un general y un funcionario a quien el emperador tiene en alta estima. Cada uno de ellos tiene tratos y preferencia por un discípulo diferente del obispo, y tiene su interés en que sea promovido a este puesto de poder. Ese interés incluye, según vamos descubriendo a medida que se revelan las intrigas, la promesa de, una vez convertido en obispo, entregar a su benefactor el famoso Sutra que se encuentra custodiado en el templo: un fetiche arbitrario y, por tanto, tanto más poderoso. El terrateniente llegó incluso a tramar una doble intriga: no solo está apostando porque su pichón le entregue el Sutra amablemente cuando esté en el poder, sino que además contrató a una ladrona profesional (Zorro Blanco, la fascinante Feng Hsu), a quien hace pasar por su nueva concubina para que pueda entrar al templo e intentar robar el pergamino mientras él sigue en negociaciones. El deambular secreto de Zorro Blanco es el que da origen al costado más wuxia de la película: no son tantas las peleas (están sobre todo al final) pero en cambio lo que vemos es un modo de circular: para que no la detecten, Zorro Blanco avanza con sigilo por pasillos y techos, rebotando por ventanas y escaleras, pasando por huecos y entre puertas secretas. El arte marcial, en esta película de Hu, no es tanto una disciplina de guerra como una exploración del espacio: el punto donde se superponen las exploraciones más fundamentales del cine de Hu.

Como toda película del maestro, Raining on the mountain está poblada de ideas y personajes singulares: no solo en su puesta en escena (su quintaesencia) sino en el diseño de vestuarios, en la descripción de los personajes, incluso en la construcción de sus escenas: inolvidable, por ejemplo, el momento en el que el gran erudito budista decide organizar una sesión de rezos junto al río, mientras su séquito de mujeres vírgenes se bañan en el agua, y los monjes deben hacer uso de todas sus fuerzas de voluntad para no desviar su atención (un modo sádico, se entiende, de enseñarles a controlar sus pasiones carnales). Sin embargo, hay una carga moralista muy notoria en Raining que hace que tal vez termine por resultar menos atractiva: tanto despliegue, tanta maravilla, puestas al servicio de lo edificante.

En cambio, Legend on the mountain es puro juego, aunque del más serio. Desde el inicio se aclara: esta película va a seguir las leyes de la leyenda, de lo que creía la gente antes. En el caso de la genialidad de Hu, esta entrega a la leyenda no significa únicamente que vamos a ver apariciones y poderes sobrenaturales, sino fundamentalmente que la propia película va a adaptarse a una forma de narración que es ajena al clasicismo con el que en general se rigen las narraciones genéricas. La primera estrategia en este sentido es la dilatación: es impresionante lo que tarda el erudito Ho en llegar hasta su lugar de destino. En el camino pasan cosas, pero nada que no se hubiera podido sintetizar. Lo que hay es tierra, camino, árboles, todas las asperezas de una vida lejana, donde las cosas eran más difíciles y bellas. También hay una cantidad inverosímil de planos rarísimos en los que la cámara toma directamente el sol y se deforma en colores y filtros. Cuando finalmente Ho llega a la casa donde va a poder sentarse a copiar tranquilo su manuscrito, lo que al principio parece simplemente la estrategia de una madre y su hija solterona por conseguirle un marido se va revelando como algo progresivamente más extraño. Ho es un boludo, queda claro desde un primer momento, pero es un boludo al que hechizan y engatusan de la forma más burda: con manipulaciones frente a las cuales está absolutamente indefenso, y también con magia. Uno de los juegos de puesta en escena más potentes e imborrables de Legend es la forma en la que Hu filma a Melody, una hechicera fantasma, mientras despliega sus artes de control al tocar un tambor. El juego con el tambor se replica varias veces en la película, no solo en la medida en la que Melody tiene que recurrir a sus artes oscuras, sino también cuando se enfrenta al monje taoísta, quien básicamente tiene un tambor más grande, con el cual va a luchar contra la hechicera. Estallan polvos de colores. Las figuras saltan por los aires. En un momento, pasados dos tercios de la película, el uso hipnótico del tambor permite un juego de cine dentro del cine: el hechizo desplegado hace que el encuadre de la cámara se acerque hacia un colorido marco vacío, en el cual de pronto empiezan a aparecer imágenes conjuradas, que a su vez nos van a contar toda la historia anterior, que viene a explicar esta telaraña de intrigas sobrenaturales en las que cayó Ho sin siquiera darse cuenta. Esa historia previa es una historia de intrigas y traición cortesana, y a su vez incluye otro nuevo flashback adentro del flashback, por vía de proyección mística sobre marco vacío.

Sin embargo, la maestría de Hu es tal que toda esta maraña de intrigas y fantasmas nunca pierde su claridad, nunca deja de ser atractiva y, sobre todo, nunca nos suelta la mano. Caemos en esta cueva de arañas de la mano de Ho, un tipo tan despistado que casi parece un personaje contemporáneo, que se casa con una bruja y, después, termina por enamorarse de la angelical Cloud, interpretada por Sylvia Chang. Esta segunda historia de amor es probablemente la más bella de las historias que haya contado Hu, transida de sacrificios, mitos y mentiras, pero construida fundamentalmente a través de la puesta en escena: todo brilla cuando la cámara enfoca a la Chang. La emoción que transmite Legend on the mountain, las exploraciones que se permite con la cámara, los juegos y los vaivenes componen una de las mejores obras maestras del maestro King Hu.

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