El arte del cine
Marcelo Mastroianni busca una mujer en la oscuridad.
Si se observa bien la escena, vemos
cómo ha sido planeado el máximo de angustia
en cada fragmento de sombra, pero ha respetado una frontera,
tras de la cual puede estallar el corazón.
Así que irrumpe la luz en una calle clamorosa.
Si se supone que hay vida en todo esto
me pregunto
qué están tratando de hacer con nuestras historias,
hurgando impunemente en las tripas, rescatando
desde una cuidadosa perspectiva
el esqueleto íntimo de la comedia humana, estirando
hasta una tensión insoportable
el simulacro de la imagen, agujas
para el ojo temporal.
Se asegura que el poder del misterio y la belleza corren por su cuenta
y que, de paso, son fieles al drama que anda por la tierra;
y nosotros, violados por una especie de abuso de confianza
jadeamos de este lado de la pantalla.
*
Greta Garbo
Cada mañana Greta Garbo se quita el moho de sus mejillas.
Pero, ¿dónde está Greta Garbo? ¿Dónde se oculta?
Hace cuarenta años que bebe en privado,
que no sale de compras,
que no consume aire público.
Se comenta que vive una tiniebla íntima,
a solas con su próximo esqueleto,
detrás de unos oscuros anteojos
mientras en sus películas llueve interminablemente.
Greta Garbo huye de la luz.
Quiere ser olvidada pero al mismo tiempo
cierra las puertas de su mansión a la muerte.
En esta contradicción reside
un apasionante enigma moderno.
*
Ingrid Bergman
Mi proyecto erótico de los 18 años.
Una vez le hice señas desde la oscuridad
y ella se desprendió de los brazos de Cary Grant.
Se despegó de la pantalla, vino hacia mi butaca, se sentó en mis rodillas
y no se levantó hasta que mis pantalones se humedecieron y the end.
Qué poesía amarga la de mi vida en ésa época.
Ahora debe andar por los sesenta y tantos
y yo fumo veinte cigarrillos por día para no sentirme excesivamente dramático.
*
Rita Hayworth, 1976
Rita Hayworth ha atravesado la época,
y llega al aeropuerto de Londres en 1976.
Los fotógrafos raspan el cuero agrietado,
hurgan en el rescoldo seco del pelo muerto
buscando un resto de jugo hormonal.
Pero la luz ofrece este resultado:
abdicación, neurosis, alcohol, crisis reumática.
El tema es vasto y dilata el fondo del abismo
donde quiere gemir acorralada.
Se observa cómo la carne ha sido fiel
librando la belleza a los elementos terrestres.
Pero en otra parte, un simulacro
de eternidad mueve imágenes en el celuloide.
Fuera de ese fraude
¿qué sueños conciben esta clase de dioses?
¿qué tramos finales para una gloria mortal?
Preguntas absurdas. Si aquí hubo alguna vez
sustancia dramática
la materia no fue del todo genuina
y no contuvo suficiente aliento para crear
el contrapeso de la erosión.
*
Humphrey Bogart
Humphrey Bogart fumaba demasiado
por una inquietud desconocida
que crispaba su hocico de mono.
Hacia la década del treinta
se instaló en el fraude del celuloide
y puso un poco de estilo de su parte.
Para encarar la sustancia dramática
le bastaba con no afeitarse
y empuñar un revólver
que en su mano se volvía bastante natural.
Desde entonces, prisionero del negativo,
es un dios recurrente que repite
las mismas respuestas a la oscuridad.
Poco importó su muerte
(cáncer pulmonar, naturalmente)
que nada decidió.
Pero el exceso de tabaco
no agotó la neurosis de su época.
*
La flauta mágica (Bergman)
¿Es siempre la misma duda
que su ojo desarrolla en la pantalla?
¿Una vez más nos corresponde
resolverla en la oscuridad?
Por largo espacio ocupando la época
ese ojo triste confió la belleza
al horror y al demonio.
Nuestra respuesta
fue un jadeo aplastado en las butacas.
Ahora, de rostro en rostro, un solo oído interno
une a los miembros de la tribu
en esta certidumbre inmortal. Que cada uno
desde su propia tiniebla
incorpore la clamorosa ráfaga
al espacio unificado por la música.
La raza humana escuchando a Mozart.
*
Acción fílmica
Una mano abierta, como de nieve
desplomada, caída de la cama
hacia la oscuridad. La imagen
propone un enigma, allí
donde algo mortal sucedió.
Hasta hace poco, ella,
en una fisura crepuscular
jadeaba junto al teléfono dormido
extendiendo un terror no resuelto
a la amenaza del mundo.
Pero la escena se cerró. Bruscamente
cayó la anestesia de lo negro
cubriendo toda posible respiración.
Así se negó espacio y entre dos parpadeos
fue incubado un tumor de hierro.
*
Lluvia
Desde anoche se anunciaba en mi osamenta
este golpe de lluvia resonando
allá afuera, apartado
de los objetos personales.
Pero hay una respuesta placentera
partiendo de mi fisiología,
una correspondencia natural e indescifrable
entre elementos vivos, que segrega del conjunto
mi condición de espectador.
Desde mi butaca
asisto a la representación terrestre
donde las cosas encajan como un problema resuelto.
A solas con mi identidad
ajeno a mi esqueleto y a la lluvia, descarnado
en la penumbra prenatal del dormitorio.
*
Escena con Chaplin
Al final de un helado y negro callejón de nuestro tiempo,
suburbio de aflicción,
un despertar policial luego del sueño con serafines.
Así, entre muros sin solución y crueles tabernas
una y otra vez el paraíso fracasa. Ninguna certeza
se desprende del sueño, sino alas despedazadas,
flores de papel sobre una sucia desolación.
¿Hay alguna clase de fe en desventuras como estas?
¿O es que el error está en todas partes? En la escena
Lloverá sin término; algo cegado y mecánico
seguirá ordenando el movimiento: vidas y objetos
entrevistos como desatino absoluto.
Mientras el comediante se desvanece
en la sinrazón de unos zapatos que huyen
de un extremo a otro de la humillación.
*
Adiós a Ingrid
Las cosas que sucedían a la vez:
en la pantalla
ella reía sacándose los guantes.
Yo jadeaba en la oscuridad, fantaseando
con íntimas imágenes
mientras llovía en la calle
y era en marzo de 1938.
Todo eso cabe ahora en una cucharita de té
bien mezclado al cáncer
que la mató cuarenta años después,
cuando lo supe sin ninguna emoción particular
mientras me afeitaba escuchando la radio
y muchas cosas
habían muerto fatigadas y a la vez.
*
Imagen confesional
Abrazados desde hace años
en la fotografía, el amor resistió
a las lluvias más crueles de la época.
Tu cabeza se inclina sobre mi hombro
para no morir jamás.
Nuestras manos entrelazadas,
-un primer plano confesional-
sobreviven a la fatiga
y al significado de todo lo demás,
mientras los ojos, con tranquila convicción
nos están trayendo el presente.
***
Poemas de los libros Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1980), Violín obligado (1984), Cabeza final (1991) y ¿Hay alguien ahí? (2003), recopilados en Obra completa (Ediciones Del Dock, 2014). Selección y transcripción: Marcos Vieytes.