El fraude del celuloide: 11 poemas de Joaquín Giannuzzi

El arte del cine

Marcelo Mastroianni busca una mujer en la oscuridad.

Si se observa bien la escena, vemos

cómo ha sido planeado el máximo de angustia

en cada fragmento de sombra, pero ha respetado una frontera,

tras de la cual puede estallar el corazón.

Así que irrumpe la luz en una calle clamorosa.

Si se supone que hay vida en todo esto

me pregunto

qué están tratando de hacer con nuestras historias,

hurgando impunemente en las tripas, rescatando

desde una cuidadosa perspectiva

el esqueleto íntimo de la comedia humana, estirando

hasta una tensión insoportable

el simulacro de la imagen, agujas

para el ojo temporal.

Se asegura que el poder del misterio y la belleza corren por su cuenta

y que, de paso, son fieles al drama que anda por la tierra;

y nosotros, violados por una especie de abuso de confianza

jadeamos de este lado de la pantalla.

*

Greta Garbo

Cada mañana Greta Garbo se quita el moho de sus mejillas.

Pero, ¿dónde está Greta Garbo? ¿Dónde se oculta?

Hace cuarenta años que bebe en privado,

que no sale de compras,

que no consume aire público.

Se comenta que vive una tiniebla íntima,

a solas con su próximo esqueleto,

detrás de unos oscuros anteojos

mientras en sus películas llueve interminablemente.

Greta Garbo huye de la luz.

Quiere ser olvidada pero al mismo tiempo

cierra las puertas de su mansión a la muerte.

En esta contradicción reside

un apasionante enigma moderno.

*

Ingrid Bergman

Mi proyecto erótico de los 18 años.

Una vez le hice señas desde la oscuridad

y ella se desprendió de los brazos de Cary Grant.

Se despegó de la pantalla, vino hacia mi butaca, se sentó en mis rodillas

y no se levantó hasta que mis pantalones se humedecieron y the end.

Qué poesía amarga la de mi vida en ésa época.

Ahora debe andar por los sesenta y tantos

y yo fumo veinte cigarrillos por día para no sentirme excesivamente dramático.

*

Rita Hayworth, 1976

Rita Hayworth ha atravesado la época,

y llega al aeropuerto de Londres en 1976.

Los fotógrafos raspan el cuero agrietado,

hurgan en el rescoldo seco del pelo muerto

buscando un resto de jugo hormonal.

Pero la luz ofrece este resultado:

abdicación, neurosis, alcohol, crisis reumática.

El tema es vasto y dilata el fondo del abismo

donde quiere gemir acorralada.

Se observa cómo la carne ha sido fiel

librando la belleza a los elementos terrestres.

Pero en otra parte, un simulacro

de eternidad mueve imágenes en el celuloide.

Fuera de ese fraude

¿qué sueños conciben esta clase de dioses?

¿qué tramos finales para una gloria mortal?

Preguntas absurdas. Si aquí hubo alguna vez

sustancia dramática

la materia no fue del todo genuina

y no contuvo suficiente aliento para crear

el contrapeso de la erosión.

*

Humphrey Bogart

Humphrey Bogart fumaba demasiado

por una inquietud desconocida

que crispaba su hocico de mono.

Hacia la década del treinta

se instaló en el fraude del celuloide

y puso un poco de estilo de su parte.

Para encarar la sustancia dramática

le bastaba con no afeitarse

y empuñar un revólver

que en su mano se volvía bastante natural.

Desde entonces, prisionero del negativo,

es un dios recurrente que repite

las mismas respuestas a la oscuridad.

Poco importó su muerte

(cáncer pulmonar, naturalmente)

que nada decidió.

Pero el exceso de tabaco

no agotó la neurosis de su época.

*

La flauta mágica (Bergman)

¿Es siempre la misma duda

que su ojo desarrolla en la pantalla?

¿Una vez más nos corresponde

resolverla en la oscuridad?

Por largo espacio ocupando la época

ese ojo triste confió la belleza

al horror y al demonio.

Nuestra respuesta

fue un jadeo aplastado en las butacas.

Ahora, de rostro en rostro, un solo oído interno

une a los miembros de la tribu

en esta certidumbre inmortal. Que cada uno

desde su propia tiniebla

incorpore la clamorosa ráfaga

al espacio unificado por la música.

La raza humana escuchando a Mozart.

*

Acción fílmica

Una mano abierta, como de nieve

desplomada, caída de la cama

hacia la oscuridad. La imagen

propone un enigma, allí

donde algo mortal sucedió.

Hasta hace poco, ella,

en una fisura crepuscular

jadeaba junto al teléfono dormido

extendiendo un terror no resuelto

a la amenaza del mundo.

Pero la escena se cerró. Bruscamente

cayó la anestesia de lo negro

cubriendo toda posible respiración.

Así se negó espacio y entre dos parpadeos

fue incubado un tumor de hierro.

*

Lluvia

Desde anoche se anunciaba en mi osamenta

este golpe de lluvia resonando

allá afuera, apartado

de los objetos personales.

Pero hay una respuesta placentera

partiendo de mi fisiología,

una correspondencia natural e indescifrable

entre elementos vivos, que segrega del conjunto

mi condición de espectador.

Desde mi butaca

asisto a la representación terrestre

donde las cosas encajan como un problema resuelto.

A solas con mi identidad

ajeno a mi esqueleto y a la lluvia, descarnado

en la penumbra prenatal del dormitorio.

*

Escena con Chaplin

Al final de un helado y negro callejón de nuestro tiempo,

suburbio de aflicción,

un despertar policial luego del sueño con serafines.

Así, entre muros sin solución y crueles tabernas

una y otra vez el paraíso fracasa. Ninguna certeza

se desprende del sueño, sino alas despedazadas,

flores de papel sobre una sucia desolación.

¿Hay alguna clase de fe en desventuras como estas?

¿O es que el error está en todas partes? En la escena

Lloverá sin término; algo cegado y mecánico

seguirá ordenando el movimiento: vidas y objetos

entrevistos como desatino absoluto.

Mientras el comediante se desvanece

en la sinrazón de unos zapatos que huyen

de un extremo a otro de la humillación.

*

Adiós a Ingrid

Las cosas que sucedían a la vez:

en la pantalla

ella reía sacándose los guantes.

Yo jadeaba en la oscuridad, fantaseando

con íntimas imágenes

mientras llovía en la calle

y era en marzo de 1938.

Todo eso cabe ahora en una cucharita de té

bien mezclado al cáncer

que la mató cuarenta años después,

cuando lo supe sin ninguna emoción particular

mientras me afeitaba escuchando la radio

y muchas cosas

habían muerto fatigadas y a la vez.

*

Imagen confesional

Abrazados desde hace años

en la fotografía, el amor resistió

a las lluvias más crueles de la época.

Tu cabeza se inclina sobre mi hombro

para no morir jamás.

Nuestras manos entrelazadas,

-un primer plano confesional-

sobreviven a la fatiga

y al significado de todo lo demás,

mientras los ojos, con tranquila convicción

nos están trayendo el presente.

***

Poemas de los libros Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1980), Violín obligado (1984), Cabeza final (1991) y ¿Hay alguien ahí? (2003), recopilados en Obra completa (Ediciones Del Dock, 2014). Selección y transcripción: Marcos Vieytes.

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