Sobre «Nop» y Peele y romper las pelotas, por Marcos Rodríguez

La paso bien con las películas de Peele: no tanto por lo entretenidas como por lo extrañas. De alguna forma que nunca termino bien de entender, la atmósfera inquietante de sus películas acaba por resolverse de una manera que no hubiera imaginado y la sorpresa es, por lo menos, bienvenida. Inquietantes son muchas cosas, pero inesperadas, no tantas.

De todas formas, tengo que hacer una confesión: nunca me gustó demasiado el terror. Es algo que, por lo menos hoy en día, en que la cinefilia reivindicó ese género siempre tan relegado, digo casi con vergüenza. O, por lo menos, no digo muy seguido ni en voz alta. De pibe, supongo que por cagón. Y de grande, supongo que también por cagón. Dame una para llorar, o hasta una de esas para pensar, cualquier cosa que se parezca a un policial siempre me engancha. Al terror le escapo. Eso no quiere decir que no me guste o que no pueda apreciarlo: lo que termino mirando, en general por recomendaciones, muchas veces me gusta. Pero no salgo a buscar más. Nunca se me cruzaría considerarlo tampoco un género menor. No tengo la menor duda, por ejemplo, de que Bava es uno de los más grandes directores de la historia del cine; pero lo que me pasa en esos casos es que pienso más su cine como cine y menos como terror. Taras y afinidades personales.

Pero lo que me llama la atención, incluso mientras miro el terror desde afuera, es cuando aparece un caso como el de Peele, que no son muchos pero cada tanto aparecen. De pronto la gente no solo “va a ver” una de terror, sino que “habla” sobre una de terror: se entiende, el terror es hoy casi el único género que sigue funcionando en el cine industrial, lo cual quiere decir que mucha gente lo ve y que es mucha más la gente que ve terror que la que ve cualquier otra cosa. Pero eso no quiere decir que después “hable” sobre la película: se la va a ver, se la disfruta, se pasa a otra cosa. Hasta que llega, cada tanto, alguna de la que sí se puede hablar: cine con contenido. Y entonces sí aparecen los textos, las conversaciones, una cierta expectativa en el aire: mirá, este pibe hizo terror pero, además, hizo una película “interesante”. Como si el terror hubiera estado esperando, en realidad, algo externo que lo redima. Como si el cine no alcanzara.

En el caso de Peele, por supuesto, el tema era evidente y explícito en sus dos primeras película: mirá, un negro que habla sobre lo que significa ser negro en Estados Unidos. La enorme distancia entre Peele y las películas limpiaconciencias que Hollywood produce todo el tiempo es, por supuesto, más que el género, la forma: no hay monólogos, no hay almas bellas, no hay redención para el espectador. Es algo, pero igual… Las reacciones frente al cine de Peele, hasta donde pude ver, fueron buenas: desde los nobles espectadores redimidos hasta los freaks de género asombrados, con la posible excepción de los cinéfilos susceptibles, que ya aprendieron a sospechar de los profetas que vienen a traer contenido al cine.

Y ahora llegó Nop. Todos podemos estar tranquilos: Peele ya es un autor, hay expectativas en torno a qué va a hacer ahora, y encima esta vez decidió bajarle el tono a lo negro, meter un coreano en el medio, meter varias cosas en el medio y hacer lo que parecería ser su película menos “de contenido” (aunque con las dosis necesarias para que el que quiera pueda manotear parlamentos, hacer “lecturas”). Todos contentos.

Y el crítico, por supuesto, escribe para romper las pelotas. Lo voy a decir: ¿sabés que no? No me funcionó. Creo que Nop es la película que menos me interesó de las suyas, no porque esté mejor o peor lograda (aunque la verdad me parece un poco deshilachada), no porque hable o deje de hablar sobre los negros (si de verdad quieren ver a negros hablando sobre negros, vean Atlanta y déjense de joder: eso es hablar sobre los negros). Me parece que hay algo que quedó en evidencia.

Es claro que Peele conoce el cine y maneja los recursos del cine de terror. Hay oficio y hay amor, y eso siempre se agradece. Pero también me parece que hay una trampa. Con Get out! había mucho de novedad: nadie daba dos mangos por el director ni por el actor (y la mayoría ni sabría quiénes eran), todavía no estaba tan instalada esa mirada negra, nadie se esperaba que apareciera por ese lado. Con Us la idea fue redoblar la apuesta y con Nop pegó el volantazo: miren, también puedo hacer otras cosas, y jugar al casi western. Ahora, Peele sabe narrar, pero lo que encuentro en Nop (y supongo que en realidad estaba ya en las anteriores) es que tanto despliegue de idas y vueltas, tantas ideas (que acá se le van un poco de las manos) parecen buscar más una reacción de gambeteo narrativo que un efecto cinematográfico. Más “Ah, mirá qué interesante” y menos “Concha’tumadre”; más autor y menos terror. Como si le preocupara más dejar en claro sus habilidades que construir una película.

¿Hace falta ser un purista y exigir el terror por el terror mismo, o si no nada? Claro que no. ¿Hace falta ser tan detallista con un tipo que hace películas buenas, diferentes e interesantes? Un poco sí, justamente por esa promesa que no logra sostener: una película posta. ¿Hace falta quejarse? No, vi todas sus películas y veré la próxima que haga.

Pero, al final, termino con una sensación recurrente: triste es la película que lo mejor que tiene para ofrecer es inteligencia.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s