Enero
La primera vez que fui consciente de estar viendo a Sylvia Chang fue cuando los caminos del cine me llevaron al primer largometraje de Edward Yang: That Day, On The Beach, pieza clave del Nuevo Cine Taiwanés, laberinto inextricable de flashbacks, obra maestra absoluta, película larga, melancólica, bellísima, tal vez la más sentimental y querible de la obra de uno de los directores más grandes del cine.
Ver una película con Hideko Takamine ya es suficiente motivo de alegría. La actriz preferida de Mikio Naruse fue, es y será un espectáculo aparte. Sus roles no son nunca los de mujer sumisa o resignada. Su tozudez es proverbial e inteligente. Siempre sabe lo que quiere y cuando no lo sabe ni se le cruza por la mente disimular.
Que El desprecio incluya una dimensión de autodesprecio que no requiere de aventuras hemenéuticas para hacerse visible le otorga a la película una moral manchada que Godard perdería luego, cuando asumiera su lugar de autoridad y gloria caída y al famoso verso de Baudelaire le dejara el “Hipócrita lector” y le podara el “mi semejante, ¡mi hermano!”
Sollimada (primera parte: los westerns)
La resa dei conti está ambientada en el momento exacto en el que el Lejano Oeste muere. El inicio de la película es claro: Corbett acaba de matar a los últimos tres asesinos que quedaban sueltos en todo Texas. Con su propia mano trajo el orden (y la muerte) al territorio, para que la sociedad ordenada pueda pastar tranquila y acumular ganancias.

Febrero
Sollimada (segunda parte: los policiales)
Si mañana me muero y Dios me concede la chance de regalarle algo a este valle de lágrimas, yo no diría: quiero que la paz sea con todos menos con los millonarios del orto a los que mantenemos, que el Diego reencarne, que los discursos de la emancipación dejen de producir tanta obediencia y tantos aspirantes a policía del Bien. Diría: quiero que el pueblo conozca Revolver. Que las panaderías se llamen Milo Ruiz en honor de Fabio Testi. Que los chicos les pongan Oliver a sus perros. Que haya memes con Morricone cacheteando a John Williams.
En Corri uomo corri había una escena que hoy ni siquiera los cineastas más izquierdosos… Era una incitación a la anarquía y la rebelión. La escena más política que yo haya realizado. Muchos jóvenes de entonces se dieron cuenta, entendieron mejor que tantos críticos. En las manifestaciones cantaban fragmentos de la música de la película, cantaban a Morricone.
Sergio Sollima y el 68: del Oeste a Mompracem
El Tigre de la Malasia se hace esperar, como todos los héroes. Entra en escena veintiocho minutos después del inicio del primer episodio. En su prao, ondea una bandera roja.
Pedazos de género: tres de Vicente
Minnelli filmaba la fragilidad, los cuidados imprescindibles para que lo precioso no se rompiera más temprano que tarde. Cyd Charisse y Gene Kelly bailan solos por primera vez y apenas se rozan no sólo por el súbito enamoramiento que los transporta y arrebata, pero que a la vez proyectan con pasión y tacto, sino porque el mundo en que se encuentran y da título a Brigadoon podría desaparecer en cualquier momento.
Porque claro, es fácil burlarse de la Reader’s Digest y de los libros de citas citables. Pero como ni el cine ni la literatura se inventaron para tamaña mezquindad, conviene que su aparición no sea un mero marcador de ignorancia. Pocas pasiones tan tristes como el desprecio vagamente ilustrado, que denuncia menos la degradación a la que apunta (y que tal vez exista) que la petulante banalidad de quien lo ejerce y goza.
Hasta los confines de la tierra
Siempre hay mundos perdidos y conciencia de las pérdidas en las películas de Kiyoshi, pero no concepción lineal del tiempo -aunque acá no haya flashbacks o elipsis de peso- ni puramente exterior de la existencia. Allí está la profusión de fantasmas, cuyas amenazas no suelen ser otra cosa que solicitudes de socorro, para expandir los límites de la vida o de la conciencia.

Marzo
En La reina africana (John Huston, 1951), Bogart le cuenta a Katherine Hepburn que cada tanto tiene que patear la caldera del barco porque desde que a alguien se le cayó adentro un destornillador hay veces que anda mal. Hepburn hace entonces la pregunta obvia: “¿Y por qué no saca el destornillador de la caldera?”. Bogart responde: “Porque me gusta patearla”. Si fuera posible saber vivir, supongo que sería eso.
No es desatinado decir que Pienso en el final no es más ni menos que la historia de un fracaso amoroso, en el más amplio sentido de la palabra. O de una separación tan radical que no hay costura que la zurza o cicatrización posible, que se extiende y replica insidiosamente hasta identificarse con la persona misma que la padece, falla tectónica existencial sin Charly que le haga la segunda (voz) con «Bancate ese defecto».
Tal vez suene pueril pero esto somos: adultos-niños sacudidos por la no coincidencia del amor y de la calma. Por lo menos eso me hizo notar Pialat. No envejeceremos juntos no es tanto la historia de una separación (que también) como una anatomía de la crisis amorosa. Pialat filma el final y el retorno. El Esto está terminado y el Démonos una chance más. Casi nada más que eso. Una y otra vez. El resultado es demoledor: un tapiz de broncas y palabras fieras en el que la necesidad del amor se percibe más que nunca.
En el marco de una película con toques de comedia, con mujeres vigorosas, 20 30 40 guarda una sensibilidad melodramática que tiene que ver con un tinte irresoluble de amargura. Dos de las tres historias terminan mal (o, por lo menos, no terminan bien), y no solo eso sino que reconocen de forma explícita el valor de esa tristeza, ya sea a través del reflejo en las telenovelas que mira Sylvia, ya a través de una voz off de la veinteañera que reconoce la belleza de lo triste.
En la voz de su sombra: Barbara
Barbara cantaba, el resto es biografía. Importa lo que ella hizo con la suya y la de otros en cada canción, que es lo que Amalric filma: no la biografía sino sus transfiguraciones.

Abril
Póquer de ases (sobre mi última aventura)
Si Sonzini y Salinas fueran pedantes, y desearan un poco la riña provinciana y un poco la atención de los doctos, podrían haberle puesto a su película Fundación cinematográfica de Córdoba, con esa arrogancia olvidadiza (y a veces tan necesaria) de los que se quieren pioneros. Como resulta que son directores de cine le pusieron Mi última aventura y, sin gritonear, hicieron eso que el otro título no nos habría dejado entender.
La destrucción o el amor: Heaven Konows What
La ciudad de los Safdie es una hoguera y nuestra pareja, sus mártires. Imposible escapar de esa cárcel de escarcha caliente que no necesita de muros ni de barrotes para retenernos. El Central Park es un pulmón agujereado, el asfalto una lija, el cielo un baldón, y Dios no existe en los baldíos. Cuando Ilya se baja del bondi que, si no los llevaba al paraíso los transportaba fuera del infierno, sentimos que todo está perdido, que es lo que siente quien ya es incapaz de perderse fuera de sí mismo.
Gabriel Medina / Luis Ortega: cine y rock argentino
El vínculo de Ortega con el rock es un vínculo ladeado. Manal, la Pesada, Pappo, Moris, Seru Giran: todos están junto a los personajes que les tocan en suerte como haciendo muecas. Medina, en cambio, tiene con el rock un vínculo orgánico. Incluso filosófico, si se quiere.
Huella huellita: la piel del amor
¿Qué puede hacer David Llewellyn para disputarle protagonismo a Claudio García Satur el mismo año de Rolando Rivas, taxista? ¿A quién se le puede ocurrir que tendría la más mínima oportunidad de levantarse a Susana Giménez con esa altura y esa cara? El imperativo idealista del espectáculo y de su sistema de estrellas, por periférico que sea, es necesariamente brutal, tanto como cualquier fantasía erótica o cualquier consenso circunstancial alrededor de la belleza.

Mayo
Nombre cierto (sobre los diarios de Ricardo Piglia)
En esta trama, Piglia aparece entre dos polos. De un lado, totalmente ajeno a sus ideas y modos de relacionarse con el mundillo intelectual, Osvaldo Lamborghini, de quien rechaza su presunto bataillismo profesional y su manera de andar por ahí, como si fuera el “único artista de la comarca” (¡caramba con esa palabra, tan Tadeys!). Del otro lado, David Viñas, que escribe pero descree de la literatura, y que tensa las cuerdas hacia otra figura: Rodolfo Walsh, que abandonó la ficción para dirigir el diario de la CGTA y aparece como el militante que con su acción política corrige su vida como escritor.
Voy al cine para escapar de mis imágenes
Ayer nuevo encuentro con el admirable film El último suspiro de Jean-Pierre Melville: una elegía al honor, la épica de nuestro tiempo. Los únicos héroes «posibles» son los que niegan el sistema (guerrilleros o delincuentes); en la otra serie están los loosers.
Es probable que a Torres Ríos le hubiese gustado escribir, pero cuando escuchamos “todavía tengo tanto que decir” en boca de Murúa uno piensa en cuántas películas completamente personales más -sus películas trompo- podríamos haber visto si hubiera podido filmar siempre lo que quiso o seguir haciéndolo cuando había vuelto a conseguir una posición que le permitía hacerlo.
Ezequiel Acuña: tras la película canción
Las dos primeras películas de Acuña (y las que seguirán) giran alrededor de la pérdida, en una especie de Maesltrom apocado, tímido, como inspirado por discos que van de los Smiths a Radiohead y de Los Pillos a Jaime Sin Tierra. Pero en Como un avión estrellado ese vacío no encuentra calma, y por lo tanto obliga a un cambio en la música.
Estrellas en la noche de la mediocridad: de tour en Bollywood
Bollywood es una megausina de superproducciones todavía más prolífica que Hollywood. Escupe películas de casi todos los géneros conocidos y libera de solemnidad a buena parte del mainstream occidental. Si bien copia mucha de sus convenciones, también mantiene los atributos propios que hicieron de ese cine un fenómeno particular signado por su fuerte identidad cultural y una duración de las películas que ya no diría más extensa (basta ver cuánto duran las superproducciones digitales yanquis actuales) sino musicalmente pautada.

Junio
Fellini fue algo bien distinto, una criatura que ya casi no existe: un artista convencido de que en el cine había una riqueza única, que no solo no requería autoridades externas sino que podía burlarse de todas aquellas que venían a ofrecerle lustre o pedirle explicaciones. Por ahí andan -esto es Italia, años sesenta- el bla bla católico y el bla bla marxista, drenando sus lugares comunes. Fellini los hizo comparecer ante sus propios balbuceos, porque además de coraje tenía espaldas.
La la la (un poco de rock argentino)
Una letra es el modo en que pasan los sonidos (y las palabras lo son) por la lengua, no lo que se ve en una pantalla o un papel. Eso no es nada. Primero cantar, después (es optativo) decir. El mandato deriva su autoridad de una evidencia: en los versos más elaborados puede haber fatuidad y en el “la la la” más sencillo, grandeza.
En Mercado de abasto están las chicas de las que habló mi abuelo pero lo que ahora me importa sobre toda otra consideración es que la película de Lucas Demare hay una mujer como mi abuelo. Porque Tita, la Merello, era nerviosa, dura, orgullosa y agresiva como José. Los dos se tutearon con la basura y se hicieron a los golpes, pero una vez fueron jóvenes, alguna otra alegres, y cierta tarde tiernos como macho con su primogénito en brazos (que ella, inolvidable madre en Guacho, nunca tuvo)
Todo en French Exit se sacrifica en el altar de sus criaturas, y ni siquiera en el altar del que podríamos considerar su protagonista, el joven Lucas Hedges (tan lánguido) sino que irremediablemente arde en torno a los pómulos de Michelle Pfeiffer, esa enorme actriz cinematográfica que tantos todavía insisten en menospreciar.
Obligatoria pero no domesticada o moribunda, que es como les gustan las cosas a los espíritus secos, Rapado sigue siendo una película para amar. Cada revisión lo confirma. De hecho, está tan llena de detalles que parece que se los guardara para liberarlos de a poco, con el paso de los años.
Lucio toma una decisión repentina (fragmentos de Martín Rejtman)
La primera vez que Velcro entró en el escritorio vio tantos libros que me preguntó incrédulo si los había leído todos. «Casi todos», le contesté. «¿Por qué?», me preguntó. «La literatura para mí es como una droga», dije.

Julio
El Testigo no puede hacer otra cosa que ver y dar cuenta de lo visto. Lo estático de su involuntaria posición inicial encuentra posibilidad de movimiento únicamente en el éxtasis de la visión, intensidad que acaso sea en sí misma invención. Fuera de sí, el Testigo existe solo durante el acontecimiento.
Vitalina Varela: negra, pobre, vieja, hermosa. No encuentro una síntesis mejor de lo que Costa hace: un cine poético, artificial y actuado con sujetos a los que en general solo les toca la sociología, la compasión, tal vez alguna visión redentora del tiempo y por supuesto el cine documental.
Todos sabían que con El gatopardo Visconti tendría la oportunidad de expresar su punto de vista sobre algunos temas calientes de la novela: el Risorgimento come revolución fallida y 1860 como espejo de 1960. Lo temían los conservadores. Lo esperaban, perplejos, los católicos de la Democracia Cristiana. Lo aguardaban ardientemente los comunistas y los marxistas.
Visconti: Mi obra hiede a melodrama
Tantas veces se ha hablado de mí como de un “decadente”. Pero yo tengo de la “decadencia” una opinión muy alta, como la tenía, por ejemplo, Thomas Mann. Estoy embebido de este espíritu. Mann era un decadente de cultura alemana, yo de formación italiana. Lo que me ha interesado siempre es el análisis de una sociedad enferma.
Charly era una estrella. Los Redondos ya habían editado La mosca y la sopa. Los Visitantes me necesitaban. Había que decirles a los amigos: che, escuchá esta banda, y grabarles las canciones adecuadas para atraerlos a la Causa. Hoy lo diría así: hay que ser amigos de las cosas que te hablan tan de cerca, y ser amigos significa compartirlas.
Historia de un amor: Il tradittore
Elegir a un traidor como héroe es elegir la inquietud, rechazar dogmas sacros o correctos consensos laicos para adherirse a la hedonista y patética voluntad de vivir. Bellocchio no es ingenuo: el traidor no está fuera de este mundo, pero incluso dentro del marco de la Cosa Nostra el traidor de Bellocchio es alguien que no tiene lugar fijo, siempre moviéndose como todos sus personajes, brutalmente inquietos.

Agosto
Godard dijo alguna vez que el montaje de plano y contraplano es fascista, una boutade (siempre hay que decir boutade cuando se habla de Godard) que al mudar de piel y ganar fuerza de tesis se convirtió al mismo tiempo en una tontería y en un hit crítico: una de esas frases que otorgan un aura de radicalidad a bajo costo y que tanto gustan a los espíritus académicos.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (1-3)
Tres minutos de títulos antes del primer fundido a negro y de la primera imagen en movimiento. Un solo plano que es tantos como los créditos que aparecen y desaparecen y como las modulaciones sonoras que escanden palabras legibles, voces y música sobre el cuero de ganado que funciona como fondo.
Moralismo vulgar: entrevista a Paul Verhoeven
En nuestro barrio de La Haya había gente que no era tan mala pero se había llevado bien con los alemanes, y fueron castigados de maneras terribles. Todos los horrores que se ven en la película están basados en la realidad, pero hubo cosas mucho peores que las que se ven en la película. Siempre tuvimos la idea de crear una situación en la que lo peor ocurriría después de la liberación.
El melodrama, la ópera, la intensidad alucinada de los personajes de Dostoievski protegieron su refinamiento de cualquier sombra académica. En algunas ocasiones (las dos horas y media demenciales de La caída de los dioses) durante todo el metraje. En otras, como esta Grupo de familia, por lo menos durante tres planos que valen la película entera.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (4-5)
En un minuto Favio contará la historia de lo que Eduardo Gutiérrez llama «la primera puñalada» de Moreira en su folletín: el asesinato de Sardetti. El último plano de la escena previa no sólo anuncia el protagonismo cercano del color rojo sino que sirve para señalar el cuidado de la continuidad: todavía podemos ver la herida del cepo aún no cicatrizada en la mejilla derecha de Moreira al entrar en la pulpería.
Hollywood 70-80: retrospectiva Lewis Teague
Hija bastarda de Tiburón, nieta de Them!, sobrina de It’s Alive, hermana de Piraña (con la que comparte a John Sayles como guionista), Alligator es la obra maestra de Teague. Barata, popular, sin culpa, extraordinariamente filmada: una gloria de la clase B.

Septiembre
Cheg Cage: sobre Pig, de Nicolas Cage
Cage, esa bestia del cine, entregada a todo y a todos; Cage la piel de más obras maestras de las que podemos contar y el tipo más desencajado de Hollywood; Cage, esa bestia de cine que hace estallar todos los parámetros y está mucho más allá de cualquier noción de ridículo o respetabilidad que busquemos aplicarle.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (6-7)
El primer travelling hacia la derecha, otra vez íntimo y corto sobre un camastro, nos presenta al perro, uno de los personajes centrales de la novela, tanto es así que Gutiérrez le dedica un capítulo. “Cacique” es su nombre en aquella, «cuzquito overo bayo», uno de esos perros chaplinescos «de la calle» resucitados por Aki Kaurismaki veinte años después de la película de Favio
Vittorio Cottafavi: llama que no se extingue
La maestría de Cottafavi consiste en enfrentar el género de las lágrimas con unas formas que vuelven evidente su funcionamiento sin renegar de ellas, sin secarlas. Pocas tareas tan difíciles y fascinantes.
Daney, Bazin, Truffaut y los otros: testimonios sobre Cottafavi
Peter von Vagh: Considero una suerte personal haberme enamorado muy pronto de Vittorio Cottafavi. Formaba parte de un grupo de irreductibles apasionados al cine en una pequeña ciudad de Finlandia. No existía ningún libro que echara luz sobre las películas que devorábamos, así que éramos libres de construir nuestros panteones personales.
En un tiempo, la crítica despreciaba buena parte del mejor cine americano porque era comercial. Se trataba de un malentendido banal, y por eso fácil de disipar, como posteriormente demostraron los hechos. Hoy, a propósito de la obra de Vittorio Cottafavi, no existe solo un malentendido sino, por lo menos, cuatro:

Octubre
Incluso Antonioni parte claramente de una experiencia neorrealista. Pero ¿podemos hablar del neorrealismo en sus films? Ni lo creo ni me lo parece, aun cuando sus películas estén ligadas a acontecimientos y personajes reales, a nuestra realidad cotidiana, porque les falta este tremore del descubrimiento de la verdad, que era la atmósfera del neorrealismo, este fremito que el autor sentía al identificarse con la realidad que estaba observando y sobre la que estaba meditando.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (8-9)
Muy a menudo se habla de las «set pieces» de Brian De Palma, grandes secuencias que brillan por sí mismas gracias al despliegue de procedimientos. La primera de Juan Moreira coincide con la aparición de Julián Andrade. No se pasa de bando como Cruz en Martín Fierro, pero se unirá a Moreira hasta el fin.
El fraude del celuloide: 11 poemas de Joaquín Giannuzzi
Las cosas que sucedían a la vez:
en la pantalla
ella reía sacándose los guantes.
Yo jadeaba en la oscuridad, fantaseando
con íntimas imágenes
mientras llovía en la calle
y era en marzo de 1938.
Levanto la cabeza: cuatro notas sobre la correspondencia Adorno / Benjamin
Adorno no lo dice, pero entiendo (levanto la cabeza) que la tiranía es la presión exterior. Según los contextos: el dominio de lo adecuado, la buena conciencia, el compromiso, la belleza ya formada. Cualquiera de los nombres que adopta la ley no en su rol meramente represivo sino como hacedora de formas respetables. La ley dulce. La ley que premia.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (10-11)
Favio hace el recorrido inverso y va de la distancia «campo afuera» de buena parte de las producciones históricas y gauchescas de la primera mitad de los 70, filmadas con abundancia de planos generales, panorámicas tópicas y planos americanos, al «tiempo adentro» del espíritu.
Douglas Sirk-Barbara Stanwyck: siempre habrá un mañana
Douglas Sirk dirigió dos veces a Barbara Stanwyck, en películas que tienen algunas cosas en común. Por decir cuatro, de distinta importancia: el blanco y negro, la concentración dramática, la brillantez formal y algunas cuestiones argumentales que se repiten o se oponen.
Abunda los remember y los always, escasean los tomorrow: críticas de Manuel Peyrou
Los efectos buscados en Las campanas de Santa María (Rainbow) se basan en la idea primaria de que todo lo que hacen un cura o una monja fuera del culto es gracioso, enternecedor o especialmente meritorio. Esto coloca a los ciudadanos comunes en una situación de inferioridad. Un cura juega al bowling o corre para alcanzar el tranvía y es gracioso. Yo corro con el mismo objeto y no sólo no me encuentran gracioso sino que pierdo el tranvía.

Noviembre
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (12-13)
Desde principios de siglo todo aquel que no poseyera propiedades o trabajo fijo era perseguido. El país debía ser modernizado, o «moralizado» en palabras de Bartolomé Mitre, y la movilidad del gaucho era un obstáculo a ese proyecto finalmente exitoso durante el último cuarto del siglo XIX. El Moreira de Gutiérrez se vuelve símbolo de la resistencia individual a esa forzosa colonización.
Douglas Sirk en Hollywood: doce postales
En su odio por sí misma, la hija dice lo que nadie: que el lugar de los negros en la casa de los blancos progresistas es igual que en cualquier otra casa, que ella bien puede ser la muñeca de carne y hueso que reemplazó a la muñeca de plástico negra que alguna vez Lorna le regaló a su hija, que no hay corazones del todo buenos en sistemas así de malos. Fassbinder, que fue grande, no llegó nunca tan lejos.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (14-15)
Andrade abraza a Moreira y lo llama «la culpa de mis desdichas» mientras sonríe. El reproche es una variante retórica del halago. Ya en el siguiente plano Moreira se disculpa por los males que le ha causado a Andrade verse metido «en cercunstancias que son mías». Dos cabalgan juntos hacia nosotros, como Richard Widmarck y James Stewart en uno de los últimos western de John Ford.
Un gran documental: Rancho, de Pedro Speroni
Speroni no está en la cárcel para hacer lo mismo que el sistema penitenciario. Está en la cárcel para conocer, y para ofrecerles a los presos una representación que ni punitivistas ni progresistas profesionales les ofrecen, unos por desentenderse de ellos en pos de las fantasías vengadoras del castigo y otros por someterlos a la limosna sociológica y olvidarlos para siempre bajo algún título en el que se acomoda la palabra síntoma.
De tripas, corazón: desglosando el Moreira de Favio (16-17)
Abierto el escenario político, las dimensiones trágicas y líricas de Juan Moreira son momentáneamente mitigadas. La cara reconcentrada de Moreira ya no se revela exultante en la acción o transida de atormentada interioridad sino estratégica. En el acto de campaña, como en toda acción, hay que estar atento a lo que pasa alrededor de uno, distraído de sí mismo.

Diciembre
Sobre Esquirlas, de Natalia Garayalde
No es una cuestión de importancia social lo que está en juego, con la obvia imposición de la Historia sobre las historias, sino una cuestión estética: cómo hacer para que el respeto que todas las cosas merecen pueda ser simultáneamente percibido
Un tango de Truffaut: La sirena del Mississippi
“Vos querías que leyera libros serios pero mi vida se parece a las novelas baratas que me gustan”, Denueve le chanta en la cara a Belmondo cuando se lo encuentra, despechado, en su piecita de pensión.
Cine argentino 2021: siete apuntes y una moraleja
De ahí la moraleja: es preferible el riesgo del contacto antes que la seguridad de la distancia. O de otro modo: mejor pecar que mantenerse a salvo huyendo de la tentación, porque una virtud sin riesgos no es una virtud sino una astucia burguesa.
